A veces no cabe un alfiler entre la tierra y tu. Y en ocasiones te sientes parte de los árboles como un tigre se siente parte de su manada. Pero el sentimiento de pertenencia e identidad solo pertenece a los agradecidos, a los felices y a los que se sienten en paz consigo mismos. Estos últimos son ellos mismos y marcan su autenticidad a cada paso de esta selva extraña de cosas frías e individuos.
Pero la clave no es solo sentirse así. Quizás haya que apostar al mismo tiempo al caballo cojo aunque este cojo. Quizás haya que ser como un niño, pasar de todo y usar de juguete la existencia.
El estar en paz con uno mismo es una armonía buscada y no siempre conseguida. Unos dicen que hay que dejarse llevar por el vaivén de las circunstancias. Otros que hay que actuar sin demora, aventurarse, ser otro Peter Pan cualquiera. Pero las fórmulas no valen igual para todos. Ni si quiera los círculos que nos unen y nos separan al mismo tiempo entre unos y otros mantienen las mismas distancias.
Es como un baile de tango, como un juego que en ocasiones se convierte de ahorcados y en otras es como un baile de hadas en medio del bosque.
Puede ser que los extremos no te lleven a nada realmente autentico pero sea como sea un enamorado si salta de alegría tiene toda la licencia del universo. Y sin embargo, cuando ya no necesitas nada, cuando todos los relojes se paran en el momento y te permiten ser auténtico es cuando el deseo se aparta a un lado y como dicen los budistas el deseo muere y con el lo material. Es justo entonces cuando el individuo se da cuenta que los relojes no se comen, el dinero no abriga y las ocasiones en que tenía dinero pero nadie con quien compartirlo se convertían en tierra infértil.
¿Qué esencia es superior a nosotros? ¿Qué hace que riamos con el delirio o suframos con el fracaso?
A veces se trata de una simple escuela, de cosas inciertas que te dicen en el colegio, de cosas raras que te aseguran mas tarde en la universidad, de cosas que algunos pasan y otros no, cosas amargas, realidades inversas y adversas y conejos que corren y no llegan nunca a la madriguera, de canciones perdidas y otras no tanto, de recuerdos en los que se cobija el ser humano en noches frías de inviernos, de maletas a medias y de momentos donde somos nosotros mismos haciendo justo lo que queremos como el viento.
Tal vez no sean las olas las que nos abaten sino la imposibilidad de verlas como un desafío. Y así como todo juega con nosotros a un juego a veces cruel, nosotros buscamos pequeños instantes para atesorar en el recuerdo. Es así como abatimos al viento, al aire y al fuego; jugando a ser niños pequeños que aprenden incesantemente que la vida tal vez no sea lo que esperamos pero nosotros podemos cambiar lo que somos para esperar a ver lo que nos puede ofrecer la vida.
Las fuerzas no aguantan siempre. Es por lo que en ocasiones nos encontramos en agujeros negros, sin posibilidad de movernos, ni de cambiar ni de luchar por uno mismo y por todo aquello que nos vio crecer. Es lícito perderse en el laberinto, que el conejo llegue a la madriguera y tu te caigas solo antes que el. Aquí las cosas se complican y los sentidos se atrofian porque sin darte cuenta, sin haberlo imaginado nunca has caído en un pozo del que no tienes la fórmula para salir.
Justo en esta situación buscas con las manos las raíces de las cosas y las cosas te dicen que no esperaran, que tienen un destino, que el tren pasa y que la naturaleza de todo te dice que te sientes y observes. Te preguntas entonces que debes hacer. Como luchar para salir de un lugar en el que la vida no tiene demasiado sentido porque todo está oscuro y ya no sientes esas cosquillas cuando ves a alguien atractivo, ni esa admiración cuando alguien querido comete una hazaña interesante. Todo da igual, solo te importa salir de ese lugar. Ves un destello después de muchas noches y te preguntas si aun hay vida en este infierno. Cierras los ojos y aunque estas asustada hurgas en ti misma para ver si aun estás ahí.
Cuando caes en esta madriguera estás temerosa y no entiendes muy bien porque te ha pasado a ti o porque no encuentras lo bueno que hay en ti. Si lo malo se contrataca con lo bueno, ¿De donde vas a sacar ese bueno? Buscas y rebuscas y te planteas lo de siempre. A veces no cabe un alfiler entre tu y los demás, a veces los círculos concéntricos están separados, a veces nadie te ve pero simplemente no lo hace porque ni tu misma te ves pero no por falta de autoestima como piensan algunos incautos sino porque la depresión te hace ver lo negativo de la vida y por ende de todo lo demás. Sí, puedes ser una niña, una niña asustada pero no puedes apostar por el caballo cojo ni bailar un tango porque estas sola con tu desafío.
Noche tras noche se puede buscar la paz y la armonía y la felicidad pero algunos están condenados a salir una y otra vez del laberinto, están condenados a pasar muchas noches deseando ver algún destello y justo cuando lo ven se ríen y piensan; !si estoy en la raíz de las cosas porque no puedo ver el árbol!
Todo es un ciclo, todo pasa. Puede que tengan razón los que dicen que hay que vivir intensamente todo lo que uno vive, tanto lo malo como lo bueno. Así que ojala hayan suficientes personas para quitar las suficientes espinas de los que sufren o suficientes espinas para darle sentido a las personas adecuadas que las quiten. Total, las condenas existen pero entre ellas existirá alguna cosa buena.
Por eso yo no vine para doblegarme y me siento doblegada. Algo me tendrá que dar la vida de nuevo….algo que de nuevo me haga conquistar y ese algo se está arremolinando con fuerza en mi estómago. Ahora noto como caigo en la madriguera pero ya no me asfixio, ni huyo ni me acurruco en mi desesperanza. Siento un vaivén que me despeina y me hace sentirme viva.
Las emociones, amigo mío, son caprichosas y esta vez han venido a jugar con la madreselva que se me enganchó en mi pelo al caer.
Como decían los Tribalistas “ ya se enamorarme, ya siento como los que me rodean me aman como yo les amo a ellos”.
Yo en el escondijo de Alicia y todo el mundo queriéndome bien.
!Que sí, que sí, que ya asomo la cabeza, que yo también os quiero bien!
Siempre estuve allí entre vosotros pero no podía levantar la vista, mirar al cielo y dar las gracias!!
Me da igual que no tenga sentido que una persona que tiene autoestima no pueda sentir… yo solo quería sentir.
*Si alguna vez ves un hada piensas que aunque tenga las alas caídas sigue sintiéndose bella…
Yo solo soy un gato... tu también podrías haber nacido gato...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario